Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, fue el encargado de impartir la conferencia inaugural del XI Encuentro de Sernauto, celebrado el 3 de julio en Ifema Madrid. Además de destacar el trabajo de las empresas españolas y la necesidad de “valorizar el reconocimiento social del empresario”, Imaz centró su conferencia en la transición energética a la que la industria tiene que hacer frente. “Necesitamos descarbonizar pero sin que ello afecte a la competitividad de las empresas y al empleo de calidad, sin poner en riesgo las oportunidades de las generaciones futuras”.

“La reducción de emisiones de CO2 es absolutamente necesaria”, afirmó el consejero delegado de Repsol, pero la transición energética significa cambiar sin disrupciones. El reto, según el directivo, “es mantener las fuentes de energía actuales, de la forma más responsable posible, y transformarlas hacia fuentes más descarbonizadas sin disrupciones en el proceso”.

Para ello, Josu Jon Imaz aboga por tres aspectos principales. En primer lugar, garantizar la seguridad de suministro en este nuevo contexto, para que tanto las familias como la industria pueda acceder a la energía a un coste más competitivo. “No podemos apostar sólo por una tecnología que genere dependencia de una única fuente de energía, como es el caso, por ejemplo, de los monocultivos energéticos o de las tierras raras, que incluso puede servir a algunos países de arma geoestratégica para un mayor control económico”.

“Más tecnología y menos ideología”

Además, en un entorno complejo y de incertidumbre que es difícil de gestionar, es necesario para el consejero delegado de Repsol abordar globalmente el problema de cambio climático. “Hay que diferenciar las emisiones netas de las emisiones directas. Si sólo medimos las emisiones del tubo de escape, nos estaremos haciendo trampas al solitario. Prohibir la venta de vehículos ligeros con motor de combustión a partir de 2035 parte de un error inicial de no considerar que el vehículo eléctrico no contamina. Lo hace, pero no se mide la generación de emisiones en la fabricación, las baterías, el transporte,... Esta visión sesgada obliga a otros sectores a exportar industrias y emisiones de CO2 a terceros países. De este modo, la emisiones no se reducen, sino que pueden aumentar”.

En opinión de Imaz, “nuestro objetivo tiene que ser descarbonizar la economía, no electrificarla. Todas las tecnologías complementarias van a ser necesarias y deben competir, necesitamos un enfoque inclusivo y no determinista. Necesitamos más tecnología y menos ideología en Europa. Prohibir el motor de combustión es pernicioso para la reducción de emisiones de CO2 y supone renunciar a todas las nuevas tecnologías que contribuyan a la descarbonización, como los combustibles renovables. No debemos amenazar el empleo por una cerrazón ideológica”.

Transición justa

El tercer aspecto fundamental para el éxito en el proceso de descarbonización es la necesidad de una transición justa y con progresividad social. “Necesitamos una energía al servicio de la industria para tener una energía barata y competitiva. La industria tiene que pasar a la primera división de las políticas de descarbonización, sensibles a la progresividad social. El recurso de muchas familias para acceder a la movilidad se ha visto mermado en los últimos años, con un claro envejecimiento del parque automovilístico, que ya asciende a 14,2 años de media, y que es el verdadero problema en nuestro país”.

Para finalizar, el consejero delegado de Repsol reiteró su apoyo al desarrollo industrial y a la sostenibilidad, sin reducir la ambición de la reducción de CO2 en los objetivos de la sociedad, pero se debe acometerla con sentido común. “La competitividad y el empleo industrial deben ser priorizados en esta transición energética, teniendo en cuenta todas las tecnologías, para que tengamos una transición justa y una oportunidad como país”.